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Morir nunca

Spectacle Fantasmagorique de Etienne-Gaspard Robertson

“Las fantasmagorías del belga Etiènne Gaspard Robertson son pioneras en el mundo del espectáculo de la imagen. Ilustraciones de todo tipo de seres imaginarios se acompañan de los sonidos extraños de la armónica de vidrio. En la calle, los Mondo Nuovo sorprenden a todos los curiosos.”

febrero 2013 | originales

Morir nunca

por Anna Dot

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Este es un artículo dividido en dos actos y un resultado.

Acto I


El ser humano es curioso por naturaleza. De ésto no cabe duda. Algunos más que otros, evidentemente, pero todos un poco, y seguramente sea esta curiosidad lo qué ayuda a que el mundo se mueva.



Vamos atrás y situémonos a principios del siglo XIX, cuando la figura del lanternista era popular en los países de la Europa Occidental, yendo de un mercado a otro y transportando un aparato que, a cambio de unas monedas, mostraba imágenes de un mundo nuevo. En aquellos momentos, cuando todavía no se había descubierto la fotografía, los espectáculos de linterna mágica, como las fantasmagorías de Robertson, estaban al orden del día. A partir de este invento, del que habló por primera vez Athanasius Kircher en la obra Ars Magna. Lucis et Umbrae (1645), surgieron todo tipo de aparatos ópticos que hicieron que la imagen fuera accesible a todo el mundo. Uno de los más populares fue el muy acertadamente llamado “Mondo Nuovo”, también conocido con el nombre de caja óptica, “Peep Show” o Titirimundi, entre otros, y que consistía en una caja que contenía una imagen en su interior a la que la vista accedía a través de una lente que exageraba la perspectiva para así intentar hacerla casi tridimensional.


No sólo por la innovación que supuso la fotografía, sino también debido a la aparición otros espectáculos de la imagen como los impresionantes panoramas, estos aparatos fueron quedando en desuso a partir de mediados del siglo XIX. Muchos “Mondo Nuovo” se perdieron, destruyeron o quemaron, de manera que la única forma de conocerlos era a través de ilustraciones de la época. De todos modos, y no es nada casual que precisamente pasara en Vic (ciudad de ferias y mercados), a finales de los 90 se encontró desmontado a las buhardillas de una masía de la capital de Osona uno de estos aparatos. Después de pasar por manso de unos negociantes de Manresa, en 1999 Tomàs Mallol lo compraba para incluirlo en su enorme colección. Lo increíble es que el aparato no venía solo, sino que iba acompañado de cincuenta y tres ilustraciones que mostraban paisajes de todo el mundo. El Museu del Cinema de Girona, en el que se expone la colección de aparatos pre-cinematográficos de Tomàs Mallol, hizo reformas para incluir el valioso objeto en una de sus salas en el año 2000, convirtiéndose así en una de las únicas posibilidades que quedan de ver uno de estos fantásticos ingenios.
 Desde junio del 2012 hasta el 26 de enero de 2013 se ha podido ver en la sala de exposiciones temporales del Museu del Cinema de Girona alguna de estas ilustraciones, además de algún Zoograscopio, dentro de la exposición Ver el mundo por un agujero. El Mondo Nuovo vigatano, aún y así, se ha mantenido en su lugar habitual a causa –imagino– de su fragilidad.

Acto II

Y volvemos a Girona y seguimos con la imagen porque el segundo acto de este artículo habla de la presentación de Lluís Huedo en la Librería Cafetería Context el día 16 de enero de 2013.
 En este local gerundense páginas de libro cuelgan del techo, al fondo hay una zona con sillas donde el público nos asentamos y miramos Lluís Huedo, le escuchamos un poco y vemos sus trabajos.
 Huedo es gerundense, como el local, y con un tono tan fresco como llano combinó palabras e imágenes. El discurso que marca sus trabajos es superficialmente (y este complemento del adjetivo es sumamente importante, por lo tanto, lo repito: superficialmente) sencillo: la improvisación delante de todo. Esta sentencia, tan fácil de comprender que nadie del público tuvo ningún tipo de duda al asumirla, es una paradoja. ¿Y por qué es una paradoja? Pues porque en su sencillez lleva implícita una complejidad realmente significativa que marca la estética (sí, estética, aquel concepto tan puramente político) de las realizaciones de Huedo. Y es que por más que para él, a nivel personal, la estética sea un factor secundario, el método con el que lleva a cabo sus trabajos marca una de muy concreta y que dota de coherencia la obra de Huedo. Esta complejidad a la que me refiero no deja de ser la que sale de la imposición de esta premisa (la improvisación delante de todo) a todos los miembros implicados en la grabación de cualquier de sus realizaciones. Porque en éstas absolutamente todos los implicados tienen que improvisar, incluso Huedo.

Empezando por el visionado del videoclip Escola de colors, de Ocellot, el realizador ya dejó muy claro que en los videos musicales que él dirige se putea a los miembros de la banda por la que se hace el clip y que son los que lo protagonizan. Esto yo ya lo traía aprendido de casa y no me vino de nuevo; es aquello que desde un primer momento más claro me quedó al conocer la obra de Huedo. Pero en este factor él añadió algo más que es evidente y que por algún motivo no se me había ocurrido nunca, y es que los mismos artistas son los únicos que se sacrificarán y harán lo que haga falta por su videoclip. Son los únicos que se pondrán en un paisaje nevado, totalmente desnudos y con el cuerpo pintado de colores, o que de igual manera se pasearán por el 22@ o por dentro del metro de Barcelona; son los únicos que se dejarán grabar mientras se emborrachan una tarde cualquiera por las calles inmaculadas de Girona y justo es decir que para esto se tiene que confiar (y confiar mucho) en Lluís Huedo.

» Escola de colors de Ocellot por Lluís Huedo

Para los fans de Lluís Huedo que no pudisteis venir a la charla en Girona, aquí tenéis el set list:

» Videoclip Escola de colors de Ocellot (3’15")

» Fragmento del documental Primavera Sound 2010 (15’)

» Videoclip Holy Slap de Aliment (2’46")

» Corto documental experimental/artístico Oda a Portbou (8’42")

» Fragmento documental Vic To Vic (15’)

» Imágenes de proyecciones efímeras para los directos de Ocellot (5’)

» Holy Snap de Aliment por Lluís Huedo


Personalmente, más allá de los temas que Huedo dice haber querido tratar, como la contraposición entre la civilización y la natura más salvaje trabajada tanto en el videoclip de Ocellot, como en Oda a Portbou, el punto fuerte de su trabajo recae en las consecuencias de esta improvisación constante a la hora de dirigir un vídeo. Estas consecuencias pasan por una rotura del método clásico de producción de trabajos videográficos, hecho que se traduce en una declaración de ideales a nivel totalmente político. Lluís Huedo se salta las normas y cada paso en el proceso de realizar un vídeo es un paso más de toda una deriva, de la que hace partícipe a todos los implicados.
No hace falta decir que esta característica se encuentra en absolutamente todas sus producciones, incluso en el documental todavía no finalizado Vic To Vic, del cual nos mostró un breve fragmento.

A lo mejor echando en falta la mención de alguno de sus referentes, y que nos lo pusiera un poco más difícil, se acababa tras una hora y media la charla de Huedo.

Resultado


Vuelvo a principios del s.XIX . Las fantasmagorías del belga Etiènne Gaspard Robertson son pioneras en el mundo del espectáculo de la imagen. Ilustraciones de todo tipo de seres imaginarios se acompañan de los sonidos extraños de la armónica de vidrio. En la calle, los Mondo Nuovo sorprenden a todos los curiosos.



Vuelvo a la actualidad. Aparte de los trabajos comentados, Huedo forma parte de la banda Ocellot y su instrumento son las imágenes. En los directos de este grupo, Huedo proyecta una capa más de información que produce a tiempo real capturando con una cámara imágenes que se proyectan simultáneamente a través de un proyector que lanza la luz sobre los miembros de la banda.

Es evidente que las diferencias entre el espectáculo de Robertson y un directo de Ocellot no son, a nivel técnico, tan diferentes y me atrevo a calificar de fantasmagoría lo que Huedo aporta a la banda Ocellot. El sonido y la imagen son factores que van dados de la mano, pues percibimos nuestro contexto así; jugar con ambos es lo que se hace en cualquier producción audiovisual. De todos modos, la mayoría de salas de conciertos no están todavía preparadas para este tipo de espectáculos, y tampoco lo estan las salas de proyecciones, pues pocas podrían acoger a una banda para que tocara dentro mientras se proyectan imágenes. Y delante de un espectáculo que combina ambos en directo, seguimos fascinándonos, como cualquier espectador de Robertson. A pesar de que estamos más que acostumbrados y acostumbradas a todo tipo de audiovisuales y, de hecho, en nuestra sociedad el conocimiento se transmite básicamente a través de las diferentes formas que conjugan la cultura visual –ya la linterna mágica tenía un uso pedagógico–, no dejamos de sentir curiosidad por las imágenes y de investigar para evolucionar las técnicas que nos permitan convertirla en un reflejo absoluto de la realidad. El sentido de esta pasión por la imagen puede encontrarse detrás de una voluntad y esperanza de permanecer y convertirnos en supervivientes del paso del tiempo, porque mientras haya alguien que nos recuerde, alguien que a través de nuestros rastros nos evoque, no moriremos nunca. Y nos aferramos tan fuerte a este deseo que en un momento como el actual, en que todo el mundo sabe que el Paraíso es inexistente, hay una superproducción de imágenes, tal y cómo ha apuntado, entre otros, Joan Fontcuberta.
 Cito aquí un texto de la compañía de teatro El conde de Torrefiel sobre su obra Morir nunca (título del cual me apropio y pongo en este artículo), porque me parece que explica mucho mejor de lo qué yo podría hacerlo esto a lo que me estoy refiriendo, y así acabo:

“Dios murió definitivamente en el Siglo XIX. Hubo que desalojar el Paraíso, y así abandonamos la posibilidad de recibir el gran Premio. Durante todo el Siglo XX nos conformamos con el accésit: la Esperanza. La esperanza en algo que no se sabe bien qué es y aún así se confía.
 Ahora, empezado el Siglo XXI, sabemos que por vivir no se recibe ninguna recompensa. Participar de la existencia es una formalidad más. Nos queda festejar nuestra inmortalidad. El ser humano sigue imparable, haga lo que haga.

Éste es nuestro júbilo y ésta es nuestra condena.”

El Conde de Torrefiel

Es curiosa esta coincidencia de fechas. Dios murió cuando la imagen lo empezaba a invadir todo.

 

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