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Todas las fiestas del mañana: Primavera Sound 2012

Main en el escenario All Tomorrow’s Parties por Blanca Viñas

“Este año la propuesta incluía tantos directos simultáneos que había que agudizar al máximo el criterio musical –o quedarse en medio del recinto y tratar de escucharlo todo solapado–. Al final, más que nada, era la intuición la que dictaminaba a qué escenario acercarse. Y sin duda, la de un servidor falló en más de una ocasión.”

junio 2012 | originales

Todas las fiestas del mañana: Primavera Sound 2012

por Albert Alcoz

flecha

Primavera Sound 2012: decenas de escenarios instalados, centenares de grupos programados, millares de espectadores estimados y centenares de millares de brebajes vendidos. Este año ha habido más de todo. Las cifras desmesuradas que rodean este evento cultural podrían estar por encima de la propuesta musical pero, por suerte, el criterio de selección de la programación continua siendo brillante. Ha habido algunas decisiones malogradas como la que ha provocado el solapamiento permanente de conciertos (por ejemplo, Beach House, Real State, The Olivia Tremor Control, Dominique A y Josh T. Pearson actuaban a la vez), la presencia de un escenario excesivamente alejado del recinto como es el Mini (el año pasado se le llamó Llevant) o actuaciones en prime time francamente decepcionantes (el caso más clamoroso el de unos Saint Etienne que el sábado ocuparon la plaza vacante de Björk). Pero, pese a las horas y las caminatas invertidas, el cómputo global es satisfactorio. Ya no resulta sorprendente observar que la mayoría del público es extranjero; tampoco ver cómo las actuaciones de los grupos nacionales quedan relegadas a horas intempestivas –muchos de ellos lo hacían a las cuatro o a las cinco de la tarde, con un sol insufrible– o en escenarios irrisorios que harían bien en retirar –como ese camión de la entrada, sin ir más lejos–. Tampoco dice mucho a favor de la organización casos como la retirada de la acreditación al periodista Jordi Bianciotto, por una crítica publicada en El Periódico, reclamando una mayor presencia de grupos de aquí. Todo estos infortunios no evitan que el Primavera Sound se haya convertido en uno de los festivales internacionales más importantes de la música independiente, un escaparate deslumbrante de conciertos inabarcables. Este año la propuesta incluía tantos directos simultáneos que había que agudizar al máximo el criterio musical –o quedarse en medio del recinto y tratar de escucharlo todo solapado–. Al final, más que nada, era la intuición la que dictaminaba a qué escenario acercarse. Y sin duda, la de un servidor falló en más de una ocasión.

Miércoles 30 de mayo

Antes de la apertura del recinto del Fórum el festival ya había organizado decenas de conciertos en espacios como la Sala Apolo o el Arc de Triomf. En este último enclave, el miércoles 30 de mayo actuaron Jeremy Jay, The Wedding Present y The Walkmen. El primero no acabó de entusiasmar con la interpretación de sus dos discos. Las canciones del de california sonaron correctas, pero su pop melódico de sonido distendido no levantó los ánimos de los espectadores. Los de David Gedge desgranaron la totalidad del disco Seamonsters (1992) con un sonido robusto de rock algo monocorde. El pop elegante de The Walkmen tuvo algo de intrascendente, pese a los intentos de su cantante por desviarse hacia lo crooner. En el fondo, lo principal de los conciertos del Arc de Triomf fue observar la presencia de un público variopinto paseándose al aire libre entre conciertos gratuitos, eso sí, algo descafeinados. El domingo, tras Joe Crepúsculo, la lluvia deslució las actuaciones de Nacho Vegas, Yann Tiersen y Richard Hawley.

Jueves 31 de mayo

A las cinco de la tarde salió al escenario uno de los grupos de pop nacional minoritarios más relevantes de la actualidad. Doble Pletina llevan poco tiempo, pero con unas cuantas canciones de pop luminoso cercano a Le Mans ya han demostrado que lo suyo va para largo. Acabaron con Música para cerrar las discotecas, un hit en toda regla. De fondo se podían escuchar unos Pegasvs que siguen sorprendiendo con una propuesta hecha de sintetizadores analógicos herederos del rock alemán de bandas como Harmonia, Cluster o La Düsseldorf. En esos mismo instantes La Estrella de David interpretaban las canciones de su único disco Maracaibo (2011) con una formación cercana a la idea del Supergrupo (David Beef, Anna –La Bien Querida–, Joe Crepúsculo, Jordi Irizar –Giulia y los Tellarini– y Jaime L. Pantaleón –12twelve y AtletA–). El tremedo sol que les daba en la cara no evitó la consecución de un sonido melancólico y marciano perfectamente reconocible. El inglés Baxter Dury fue el primero en pisar el escenario grande. El hijo de Ian Dury cantó la mayoría de canciones de su reciente disco Happy Soup (2011), sin olvidarse de temas anteriores de folk alucinado como Oscar Brown. Está claro que su música ha ganado enteros tras telonear la última gira de Jarvis Cocker y compañía; ahora suena a pop glamuroso de clase media, a brit-pop-folk de culto. A Sr. Chinarro le tocó el escenario Mini, el segundo más grande del festival. Sigue haciendo canciones redondas pero da la sensación que está perdiendo el norte –a lo mejor tampoco lo ha buscado nunca–. Sonó Babieca, pero no lo hizo Quiromántico. Archers Of Loaf recuperaron ese sonido indie-rock de principios de los noventa que se popularizó en Estados Unidos a raíz del grunge. Sonaron contundentes y frescos a la vez, algo insólito. En otro registro diferente Lee Ranaldo vino acompañado de Steve Shelley, y otros dos músicos, para tocar canciones alejadas del ruidismo de las juventudes sónicas. Introdujo un toque arty situado entre el spoken word y los Talking Heads –de hecho versionaron el Thank You For Sending Me An Angel de David Byrne y compañía–. Aunque suene a tópico, sonó rejuvenecido. Pocos minutos después Mazzy Star salían al escenario Pitchfork para recuperar los temas de sus tres discos. Fade Into You del So Tonight That I Might See (1993) fue una de las canciones más celebradas de un set comedido, serenamente hipnótico, guiado por la inconfundible voz de Hope Sandoval. Sin duda fue de lo mejor de la primera jornada del Fórum. Unos minutos más tarde de The xx ofrecían un concierto extremadamente pausado que encandiló, pero también exasperó. Los temas de los ingleses sonaron clarividentes pero el público pedía a gritos (y a palmas) algo más de ritmo, algún signo de celebración festivalera que, inevitablemente, llegó mucho más lejos con las canciones de Franz Ferdinand. Los de Alex Kapranos hicieron el concierto que se les pedía: tirar de hits, y a posible ser de los dos primeros discos. Lo hicieron de modo automático y la gente lo agradeció.

Viernes 1 de junio

La cola que se formó delante del Auditori para ver el directo de James Mangum (Neutral Milk Hotel) hizo que muchos decidieran dejarlo para el día siguiente. En esos mismos instantes los ingleses The Chameleons estaban recuperando, enérgicamente, sus canciones de principios de los años ochenta. Demostraron una gran solvencia al elaborar ese pop oscuro y melancólico de discos clásicos de la onda siniestra más clarividente como Script Of The Bridge (1983), del que recuperaron la grandilocuente Second Skin para finalizar la actuación. Los norteamericanos Girls salieron a escena con camisas de colores pastel y una decoración floral inevitablemten kitsch. Interpretaron con brío la mayor parte del último álbum Father, Son, Holy Ghost (2011), resolviendo un concierto alegre donde el coro de chicas causó admiración. Honey Bunny y Alex fueron dos de los éxitos que sonaron mejor; My Ma fue más bien todo lo contrario. The War On Drugs defendieron el disco Slave Ambient (2011) tocando de modo rutinario su tono alucinógeno. No estaban ni en el mejor escenario ni en la mejor hora, ya que pocos minutos después de empezar, The Cure iniciaban su directo. ¿Lo más destacado? Que duró dos horas y cuarenta minutos. Y que acabó desesperando a más de uno, a pesar de un inicio realmente emocionante con Plainsong y Pictures Of You. El Disintegration (1989) fue uno de los discos más bien representados, el otro fue el Wish (1992). Sonaron muchos de los hits que se esperaban: Lullaby, Friday, I’m In Love, In Between Days, Just Like Heaven, A Forest, Close To Me, etc. Fue un gran concierto, pero se hubiera agradecido una mayor brevedad. Seguro que los Dirty Three también lo pensaron. En el ATP, unos minutos más tarde, los ingleses Main elaboraron un solo tema de media hora de electrónica paisajística, ambientes turbios y texturas ruidistas. El exlíder de Loop y su compañero ofrecieron un set para iniciados formado por sintetizadores, lap-tops y demás cachivaches dispuestos sobre la mesa. Por un momento el sonido pareció salir del Sónar de día, tal y como sucedió el año anterior con la presencia de Oneohtrix Point Never. The Drums era uno de los hypes de la noche; un concierto para adolescentes. Uno de esos grupos más proclives al antiguo Summercase que al PS. El escenario mediano se les quedó grande y muchos preferimos acerarnos al ruido controlado y la furia comedida de los reverenciados Codeine. El trío norteamericano escogió los temas más representativos de Frigid Stars (1990) y The White Birch (1994) –D sonó muy grande– para elevarlos hacia una afectación emocional, que etiquetas como slowcore o sadcore no acaban de describir. The Rapture cerraron el escenario grande con un desenlace formidable de ritmos bailables, electrónica, funk, soul y coros infinitos. House Of Jealouse Lovers, Sail Away y How Deep Is Your Love fueron el desenlace del directo de los neoyorquinos. Ofrecieron un final perfecto para una jornada agotadora de caminatas, canciones e insolaciones.

Sábado 2 de junio

Lisabö hicieron uno de los conciertos más apabullantes de esta edición. No hace falta decir mucho más, solo que daba miedo verles tocar con tal potencia, rabia e intensidad. Por un momento parecían unos Shellac multiplicados por dos. Los seis de Irún presentaron el reciente Animalia Lotsatuen Putzua (2011) empezando por los dos primeros temas. Oroimenik Gabeko Filma y Ez Zatitut Somatu Iristen sirvieron para coger el tono y desencadenar una abalancha post-hardcore de guitarras eléctricas, baterías duplicadas y gritos descontrolados en euskera que dejaron sin respiración a los que lo presenciaron. Son la banda sonora de nuestro tiempo. Al lado Kings Of Convenience parecían sacados de otro planeta. Los noruegos susurraron las canciones folk de Declaration Of Dependence (2009) mientras punteaban sutilmente sus guitarras acústicas. Recuperaron algún tema del celebrado Quiet Is The New Loud (2001) –como esa joya de título paradigmático llamada Singing Softly To Me–. Al mismo tiempo Bradford Cox (Deerhunter) interpretaba las canciones de su proyecto en solitario Atlas Sound, decantándose hacia el pop etéreo y el space rock más contemplativo. Justo al lado los músicos de The Olivia Tremor Control se inclinaban por un pop neopsicodélico excesivamente indeciso. Real State sí que concretaron sus canciones con una solvencia inspiradora. El Days (2011) quedó representado casi en su totalidad. Con All The Same alargaron los fraseados de guitarras eléctricas para cerrar una actuación breve y eficaz de indie-rock sereno y pop cristalino. Saint Etienne no hicieron casi nada de bueno. Tampoco es que seleccionaran mal el repertorio. Lo que falló fue el entusiasmo. Estuvieron tan apagados y desganados que lo contagiaron a cada uno de los espectadores que, poco a poco, iban abandonando el panorama. Aquello parecía el Festival Internacional de la Canción de Benidorm. Sonaron Only Love Can Break Your Heart, Nothing Can Stop Us, You’re In A Bad Way, Who Do You Think You Are, Like A Motorway y He’s On The Phone, pero ninguna de ellas evitó la debacle. Sonó tan easy listening que pareció muzak. Las proyecciones recicladas de archive.org tampoco ayudaron –¡hasta el vídeo de los ciclistas enmascarados se vio!–. Yo La Tengo tampoco dieron el concierto que se esperaba. Sonaron francamente mal. Pareció ser un error técnico, pero si lo fue, se alargó prácticamente hasta el final. El trío de Hoboken repasó su amplia discografía saltando de un registro a otro sin unificar la propuesta. Tampoco les hace falta. Salieron con Deeper Into Movies y se fueron con Sugarcube. Entre medio sonaron From A Motel 6, Nothing To Hide, Stockholm Syndrome, If It’s True, Mr Tough, The Weakest Part, Autumn Sweater o Tom Courtenay, canciones enormes que ahí se despedazaron hasta quedar en poco cosa. Una lástima. También es verdad que ante la dificultad por solucionar en hora y poco tal arsenal de temas, estaría bien centrarse en un solo disco de principio a final. Cualquiera serviría. Lo de The Pop Group fue tremendo. De lo mejor del día y de todo el festival. Había poca gente, pero los que lo presenciaron no lo olvidarán fácilmente. Su cantante Mark Stewart –una de las leyendas vivas del post-punk– gritaba toda su retahíla de versos agit-prop mientras la banda desplegaba su arsenal eléctrico de rítmica imparable. Presentaron el disco The Politics of Envy (2012) sin olvidarse del mítico Y (1979) –del que recuperaron, Words Disobey Me, Thief Of Fire y We Are Time, que sonaron más vivas que nunca–. De lejos LFO celebraba los veinte años de la edición del disco Frequencies (1991) para cerrar uno de los escenarios principales a base de techno, electrónica bailable, bleeps y ciberdelia. Mark Bell se presentó bajo unos proyecciones espectaculares de música visual formadas por abstracciones geométricas parpadeantes, a decenas de frames por segundo. No sé si sonaron LFO (Leeds Warehouse Mix), Simon From Sydney o Nurture, pero si lo hicieron seguro que fue una fiesta –o todas las fiestas del mañana–.

 

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