Venusplutón!

Luces y sombras. Primavera Sound 2011

Einstürzende Neubauten

“A la hora en que las pupilas se ensanchan más que el corazón retiramos, nada listos para los auténticos “ghost riders” del lugar, de los cuales formamos ya parte. Y con este sabor de viejas glorias, de infiernos floridos en los poros de nuestros oídos, entramos en un coma profundo del que aún no nos hemos recuperado.”

junio 2011 | originales

Luces y sombras. Primavera Sound 2011

por Albert Alcoz, Ingrid Guardiola

flecha

The Dark Side Of Primavera Sound

por Ingrid Guardiola

Dream, baby, dream, for ever, keep those dreams burnin’ forever
Dream, baby, dream de Suicide

Esto no es un texto de pureta ni de crítico musical, son sólo las impresiones personales de un buen paseo por las mareas oscilantes de la “dark side of the Primavera Sound”, un intento consciente de evitar los miles de anglosajones que ocupaban las lenguetas esfaltadas de este recinto con fábrica de fondo, con su letanía postindustrial y prefuturista que es el Fórum, un anhelo de ver los grupos que mejor sintonizaban con los convulsos tiempos presentes y con mi propio maelstrom; músicos capaces de llevar nuestra indignación a los ínferos, a un infierno cargado de ángeles sacrificados, de electricidad extática, de sabiduría y veteranía a partes iguales.

Día 1

El escenario de San Miguel ya está listo para acoger Nick Cave y sus elegantes hombres de Harrison, dándole al rock&roll, un espectáculo que no quería perderme por nada del mundo. Cuando decidimos no entrar en el caldero sé que ninguno de los planes que he hecho se van a cumplir. Nos plantamos delante de Glenn Branca Ensemble en el escenario ATP que, junto al Ray Ban, fueron los escenarios más arrolladores del festival. De lejos se escuchan los gritos de Grinderman y Glenn Branca no da crédito, no sabe cuándo activar su coro de guitarras, bajo y batería, pero cuando arranca con The Tone Row That Ruled the World ya no hay manera de pararlo. Unas norteamericanas que no llegan a la mayoría de edad se ponen a primera fila hablándose para ser vistas como pájaros tropicales en celo, pero la electricidad las expulsa inmediatamente, veinte minutos de Trece lecciones para Steve Reich superan su ebriedad y despiste. Aquello es una inmersión musical de primer orden que justifica toda la mugre, las colas, las masas de gentes y gestiones que uno tiene que apechugar para poderse instalar ante un concierto del Primavera Sound. Aquello lo justifica todo. Frases y más frases de guitarreo eléctrico en composiciones interminables donde la repetición nos lleva al éxtasis, o casi. Les siguen Caribou que dan un muy buen concierto, pero a los que dejamos por acumulación de gente y por las ganas de regresar al mundo viejuno. Nos vamos directos a las fauces demoníacas de Suicide interpretando su primer LP, listas para los “jinetes fantasmas”. Alan Vega, como dice mi amiga Marta, es la reencarnación de Gadafi: él es Gadafi, él es el demonio, a él claudicamos. De Ghost Rider a Dream, Baby Dream, cuando este hombre de más de setenta años canta “Sueña, nena, sueña para siempre” a lo largo de más de veinte minutos, ¿qué hacer sino sucumbir a ello? Cuando grita “I love you” como si de un mesías luciferiano se tratara, en las pantallas gigantes chicas y chicos se muerden las orejas, el cuello, gozando del festín, del ditirambo de un sintetizador, una caja de ritmos y un vocalista que ha cambiado el ansia por el grito letal. En un rincón, solo, separado de la gente, un chico ciego se abraza a su palo y, cual lázaro, proyecta sus cuencos negros y ve la oscuridad melódica de Martin Rev, el gemido entre condenatorio y salvífico de Vega.

» Keep Your Dreams de Suicide

Después de esto asomamos la cabeza al macroescenario de San Miguel donde se preparan los Flaming Lips. Entran por una especie de pasarela aguantada por cuatro pobres chicos, y Wayne Coyne se mete en su bola de plástico gigante y empieza a circular por el público. Pensamos: “ojalá que la bola no regrese al escenario”, pero regresa y decidimos que tenemos ya bastante lección de ostentación gratuita y kitsch, de música barata. La historia a veces se excede a sí misma. Damos con El Guincho, que es muy buen músico, pero que idea o le idean un espectáculo un poco tontorrón y aburrido. El merodeo llega hasta Girl Talk, este biólogo, rata de laboratorio de la que era devota sin haberlo escuchado nunca desde que lo vi en los documentales Good Copy, Bad Copy y en RIP: A Remix Manifesto, haciendo sus mezclas y sampleados de otros músicos, bulímicamente, saltándose la ley del copyright, pasando del rap (en la base del cual ya está el sampleo, y sino ver los idiotas pleitos que les han caído a grupos como De La Soul), hasta Lady Gaga, que sonó, sí señores, sonó en el festival de música indie por excelencia. El directo lo encuentro un poco mareante, un juego de niños, pero excelentemente bien jugado, sus composiciones son auténticos trabajos de artesanía electrónica. La gente está tan a gusto que gusto da ver el escenario repleto de niñas y niños descamisados, de trasnochados bailongos, de militantes de los sórdidos amaneceres en el Fórum.

» Entrevista a Gregg Gillis de Girl Talk

Día 2

Llegamos tarde, los “mossos” de Felip Puig con su desalojo forzado de los “indignados” de Plaza Cataluña nos lo ponen en bandeja para ir a poner paz, solidaridad y cabreo a partes iguales en la plaza. Allí uno se da cuenta de algo muy evidente: de la diferencia entre una masa informe (o sea, el público del Primavera Sound) y una congregación ciudadana (la de la plaza), y yo estoy voluntariamente en las dos. La congregación suma, la masa resta, iguala e indiferencia, pero regresemos a la música. Seguimos con lo arcaico, empezamos con Pere Ubu tocando The Annotated Modern Dance. Nos encontramos con viejas historias de Cleveland, Ohio (ahí también nació Edison), con remanencias de la patafísica de Alfred Jarry, el burlesque mezclado con el punk, la petaca y los tirantes con el rock expresionista, un batería joven a lo Kurt Cobain apaleando brutalmente la batería, unos momentos de sosiego campestre y una alegría de estar allí tremenda. Si el Primavera Sound es el avispero de los modernos, la “anotada danza moderna” de Pere Ubu (su revisión de su primer LP, The Modern Dance), reunió a los que no estaban en The National. Uno se hubiera pasado la noche escuchando las batallitas y canciones de David Thomas y sus secuaces.

» The Modern Dance de Pere Ubu

En Belle&Sebastian me aburro, Stuart Murdoch se dedica a coquetear con las chicas de primera fila, se deja pintar las pestañas, invita al público al escenario y les pone una medalla, como buenos británicos, ejecutan su repertorio elegantemente, recuperan (según mi amiga) caras B de sus EP’s, todo correcto, sobre la marcha, bien ejecutado, muy aclamado. Despegamos hacia Shellac, hacia Steve Albini y sus infalibles directos de rock y noise a partes iguales, el ruido siempre bajo control. “Shellac” es un esmalte de uñas que no se descascarilla, ni salta, ni se ralla, ni pierde brillo, pues así suenan Shellac desde 1992: no pierden brillo, no saltan, no se descascarillan ni se rallan, suenan de fábula. Mi gozo en un pozo visible, en el escenario. Regresamos al fetiche, a ver a Jarvis, mientras de camino Explosions in the sky nos hacen entreveer que nos hemos perdido uno de los buenos. Asistimos a misa, junto a miles de personas, nos postramos ante las letras de neón, Pulp, y reconfirmamos que este señor seguirá reinando en el brit pop por los siglos de los siglos, aunque mi devoción ya no esté para estos reinos. La masa me escupe de nuevo y retiro a lo más lejos. Jarvis dedica Common People a los “indignados” de Plaça de Cataluña, a la “common people” que sin previo aviso fue victima de la brutalidad de las fuerzas del orden. Aquel día hago un recuento de todo lo deseable, “digno de admirar”, que diría otra amiga, que me he perdido: Low, Les Aus y Battles. Vaya.

» Steve Deals With A Heckler (My Black Ass) de Shellac

Día 3

Empieza el tercer día con colas que me impiden ver mis queridos Za! y a John Cale, vamos a por Warpaint, estas chicas que están en la cúspide de lo cool, unas Cocteau Twins modernizadas que me dejan un amable sabor de boca, sobretodo por uno de los temas, el instrumental. Un concierto bonito de Fleet Foxes a media tarde, bajo la luz del día, sin artificios, ellos que venían por primera vez a España (¡hay las primeras veces!¡Cuánta expectación extra!) y directos a la alemania industrial de Einstürzende Neubauten. Empiezan con su Garden, preparándonos para lo que vendrá. Blixa Bargeld y los suyos, como Alan Vega, han hecho un pacto con el diablo, está claro, ¡cómo se puede seguir haciendo estos directos! Cómo no enloquecer con su Let’s Do It Dada! Está claro, cuando acaban tienen que volver a salir, la gente no los deja marchar y ellos demuestran que podrían estar tres horas más encima del escenario. Su música, a veces recitativa, a veces primitiva, a veces metálica e infrahumana, por si lo habían dudado, no pasa por la frente, pasa por las venas, e incluso hace llorar (que se lo digan a mi amiga).

» Let’s Do It A Dada de Einstürzende Neubauten

» Devil Got My Woman de The Jon Spencer Blues Explosion

De allí a la recuperación que hace Dean Wareham de Galaxie 500, un exquisito concierto lisérgico con algunos de sus mejores temas sobre la escena que suenan de maravilla. El escenario ATP se llena cuando sube Jon Spencer Blues Explosion, el trío de punk-blues, de puro rock&roll en el fondo, liderado por el hombre más sexy y deseable del mundo entero (perdón por este inevitable resbalón), Jon Spencer, herido y cabreado, intenso hasta la médula. “Bailad, bailad, malditos”, es eso, es lo que hacemos ante estas canciones interminables cargadas de parones y arrancadas, subidas de theremin, de guitarreo, de golpes de batería, ante esta descarga, explosión musical indefinida. Al terminar: un punto y final como Dios manda, el sosiego que sigue a una buena explosión. Después de esto ya mucho es nada, pero The Suicide of Western Culture aún nos dan una grata sorpresa con su oscura electrónica, preludiada por ¡Ay Carmela! y acompañada de unos preciosos visuales inspirados en la Guerra Civil Española e imágenes de libertad en sus mil y una formas. A la hora en que las pupilas se ensanchan más que el corazón retiramos, nada listos para los auténticos “ghost ryders” del lugar, de los cuales formamos ya parte. Y con este sabor de viejas glorias, de infiernos floridos en los poros de nuestros oídos, entramos en un coma profundo del que aún no nos hemos recuperado. No es momento, el final del texto, de hacer política de estado, pero lean el texto de Luis Hidalgo para saber cuatro cosas de ello. Por mi parte, una despedida no pudo acabar con mejor sabor de boca. Ahora toca regresar a la ciudadanía consciente, a la inmanencia de los desajustes socio-económicos de este infierno real al que nuestros políticos nos han dejado.

» Ay Carmela

PD: Gracias a las Martas, a Montse, a Anna, a Mónica, a Dani, Albert e Isma por la compañía, y los buenos consejos, la ayuda y compañerismo de los niños de venuspluton!com y al buen gusto de alguno

 

Set The Controls For The Heart Of Primavera Sound

por Albert Alcoz

Why’s everybody actin’ funny? Why’s everybody look so strange? Why’s everybody look so pretty? What do I want with all these things?
Strange de Galaxie 500

Escribo cuatro líneas sobre el festival Primavera Sound 2011, justo dos días después de su finalización. Decido enfocarlo como un análisis impersonal, serenamente racional, para tratar de seguir la estela de cierta crítica musical –la que acota la noción de gusto bajo parámetros pretendidamente objetivos–. Pocos días después decido invertir la observación. Reciclo esas palabras previas, transformándolas hacia impresiones decididamente subjetivas; hacia frases que describan los impactos sonoros y visuales experimentados a la largo de esos tres días. Lo hago evidenciando, inevitablemente, mis filias y mis fobias. Porque al final escribir sobre música es emitir un juicio de valor, por mucha retórica que lo amague.

Jueves 26

A las cinco de la tarde empieza la programación del festival en el recinto del Fórum. Ni Comet Gain ni Echo & The Bunnymen me parecen reclamo suficiente como para perderme entre el cartón piedra del Poble Español el miércoles por la tarde. El directo de los canarios GAF es el primero que presencio. Presentan su segundo disco –publicado por Fohen Records– y demuestran que tienen tablas suficientes para defender piezas instrumentales progresivas de regusto jazzístico setentero. Tras el paseo en velero junto a Dúo Cobra escuchando xilófonos e instrumentos de juguete, me acerco al escenario ATP para observar el despliegue de cacharros de Oneohtrix Point Never. Las proyecciones de animaciones abstractas extrañamente retorcidas, proyectadas en pantalla, son el envoltorio visual de texturas digitales, ruido ambiental y beats pasajeros programados con laptop. El directo no acaba de colmar las expectativas generadas por su celebrado disco Returnal. Pocos minutos después Nick Cave y compañía interpretan las canciones de los dos discos de Grinderman en el escenario principal. La contrastada veteranía del frontman es un aliciente para presenciar este rock viril, densamente electrificado. Heathen Child, Places Of Montezuma y When My Baby Comes suenan como lo que son: muy grandes. Aún así el tono general me parece algo afectado, como sobrado de actitud, cargado de teatralidad. Y creo que eso no dice mucho a favor del australiano.

» Russian Mind de Oneohtrix Point Never

Mientras tanto Glenn Branca apunta hacia uno de los grandes momentos del festival. Su ensemble de guitarras eléctricas y batería sigue las directrices del maestro al pie de la letra: son partituras escritas, transmitidas mediante gestos poseídos, arrebatados. Levantan espirales de sonidos eléctricos hasta hipnotizar, hasta noquear. Me quedo boquiabierto. No es casualidad que el sonido de Thurston Moore y Lee Ranaldo surja de aquí, pienso. En el escenario RayBan Alan Vega y Martin Rev interpretan los temas de su primer álbum. Una adolescente que oigo de cerca cree que ahora es el turno de Suicide Plays First LP –así, todo seguido–. La voz apocalíptica del primero y los sonidos penetrantes del segundo trazan el recorrido cavernoso de los neoyorquinos hacia un infierno post-industrial. Ghost Rider da la señal de alarma. Siguen por sendas enfermizas hasta alcanzar la vigilia con una inusual versión de la ensoñadora Dream Baby Dream. Otro highlight de la noche. Por el contrario Wayne Coyne y sus Flaming Lips deciden aburrirse hasta a ellos mismos. Ni el notable disco Emryonic les convence para cambiar el aspecto de un espectáculo caduco. Resulta lamentablemente inaguantable. Globitos, confetis y mucha parafernalia vacua. Ni la narcótica She Don’t Use Jelly se salva de la quema. Visto.

» She Don’t Use Jelly de The Flaming Lips

Viernes 27

A las seis de la tarde Avi Buffalo salen y convencen. No es la hora ni el escenario adecuado (les quedó grande) para defender su pop neo-psicodélico de canciones redondas. Pero tanto da. Las piezas de su disco homónimo enganchan, y mucho –mención especial para el pop pluscumaperfecto de What’s In It For? y los devaneos épico-epilépticos de Remember Last Time–. Sus pequeñas composiciones engrandencen hasta lo impredecible. M. Ward suena redondo sí, pero también extremadamente previsible. Sus canciones son de las más bailadas de la jornada, porque son de las más fáciles de reconocer. El rock clásico de aires country que practica Matthew Ward funciona con su voz seductora y clarividente. Los discos Post War y Hold Time quedan perfectamente representados. En otro escenario el college rock de Jad Fair y sus Half Japanese –uno de los padres del low-fi y del rock independiente– suena fresco y rejuvenecido. No consigo identificar sus canciones, pero las disfruto igualmente. El escenario ATP, coordinado por la promotora y la discográfica All Tomorrow’s Parties, es el enclave de los mejores momentos de la jornada. Low y Shellac así lo corroboraran. El rock pausadamente perseverante de los primeros impregna de melancolía el ambiente. Me atrapan con Sunflower. A otros lo hacen con el tema final: la enérgica Canada.

» Sunflower de Low

Poco después Shellac descargan su rock intransigente, hecho de hardcore robusto y proclamas anticapitalistas. Steve Albini y compañía certifican la vigencia de su discurso. A los pocos minutos decido abandonar (ya los he visto otras dos veces por aquí). ¿El motivo? Los catalanes Les Aus. Levantan pacientemente un sonido espectral “de viaje por el sol”. Son los que justifican el título del artículo. Lo hacen improvisando ritmos cósmicos a la batería y dibujando punteos espaciales a la guitarra eléctrica. Arnau Sala y Dalmau Boada visuliazan una música visionaria de altos vuelos. Poca gente los llega a presenciar porque simultáneamente se ha programado uno de los conciertos más esperados del festival: el de los británicos Pulp. Sigo creyendo que el directo de los de Sheffield se podría haber anunciado como Pulp plays Different Class. No hubieran sonado ni Babies ni This Is Hardcore, pero nos habríamos ahorrado el bis Razmatazz (qué floja y desubicada que sonó). Lo reconozco, hace años era fan de Pulp. Me parecieron lo más singular del brit-pop, pero después de una década me dejan algo indiferente. Lo más destacable fue la dedicatoria del C’mon People a la gente pacífica y normal, la que protagoniza las concentraciones de la #spanish revolution. Los Battles salieron al escenario a las tantas de la madrugada para lanzarse a ese rítmica precisa, etiquetada como math-rock. Baterías, teclados y punteos sistemáticamente controlados quedan acompañados de visuales con algunas de las voces ausentes de su último disco –la presencia fantasmal de Gary Numan fue, cuanto menos, curiosa–.

» My Machines de Battles

Sábado 28

Mientras los madrileños Ornamento y Delito proclaman el nihilismo decadente de su pop siniestro, los norteamericanos Fleet Foxes llenan el escenario San Miguel. Los de Robin Packnold agradan a un público entregado que disfruta de la luminosidad de sus melodías; entre ellas las emocionantes Blue Ridge Mountains y White Winter Hymn. Buenas canciones, nostalgia hippie, revisionismo folkie y ya está. Einstürzende Neubauten firman el concierto del día. Miran al pasado con una clarividencia sin igual. Con Let’s Do It A Dada remiten al futurismo de Filippo Marinetti y a los desvaríos de Hugo Ball en el Cabaret Voltaire –ese atuendo mítico– con el que se disfrazó el percusionista N. U. Unruh–. Citan el célebre 4’33” de John Cage y repasan un legado de impacto. Todo con energía renovada. Fur Wen Sind Die Blumen y The Garden estan hechos de percusiones industriales, silencios terroríficos y gritos esperpénticos a cargo de Blixa Bargeld.

» Blue Ridge Mountains de Fleet Foxes en From the Basement

Dejando de lado Gang Gang Dance (exotismo bailable ecléctico hasta lo indescriptible), acudo con pocas expectativas a presenciar el directo de Dean Wareham. Recuerdo que su última visita a la ciudad condal como telonero de Spectrum (Sonic Boom) fue realmente decepcionante. Pero el directo del sábado resulta ser todo lo contrario. Interpreta con convicción los mejores temas de su época al frente de Galaxie 500. El de Boston se desenvuelve como pez en el agua con un repertorio brillante –sonaron Strange, Fourth Of July y When Will You Come Home– que finaliza con una versión esplendorosa del Ceremony de Joy Division. Sorpresa infinita. Me acerco temeroso a Swans. He escuchado su último disco y poco más. La insistencia en ese sonido hermético, denso y primitivo, me deja perplejo. Dejan de lado los medios tiempos y se acercan a un sonido rock, hard, heavy. Abandono sin saber si Michael Gira vira hacia los tiempos muertos del apocalíptico My Father Will Guide Me Up A Rope To The Sky o no. Queda uno de los conciertos que más espero del festival, pero mis fuerzas no dan para más. Son los Animal Collective, que vienen a ensayar nuevas posibles lecturas de esa psicoedelia festiva basada en el pop electrónico y el folk hiperespacial. Recuperan Did You See The Words y me hacen sonreír. Es evidente que el colectivo animal se ha convertido en una de las bandas del momento, que Strawberry Jam y Merryweather Post Pavilion son dos discos brutales, pero también es verdad que algunos añoramos ese espíritu lúdico, de tono acústico, caracterizado por discos como Sung Tongs o Feels.

» Strange de Galaxie 500

Da la sensación que este año la música se ha visto superada por otras cuestiones más estructurales. En general, esta edición se recordará por el exceso: de escenarios, de conciertos, de solapamientos, de publicidad, de público foráneo, de aficionados al fútbol, de vasos de cerveza por el suelo, de tarjetas inservibles, etc. La música ha quedado relegada a un incómodo segundo plano. El exceso de recuperaciones de grupos de los años noventa venidos a menos (Belle& Sebastian, Mogwai, Mercury Rev, Pulp, Flaming Lips, etc.) también me ha causado esa percepción.

 

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