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La maldita TDT y la televisión pública que viene

TV Window de Banksy

“El sector televisivo es así de mutable, poderoso y politizado por definición, tampoco hay que lamentarse mucho. Las industrias y las políticas culturales dependen mucho de él, porque es el actor que maneja más dinero de la tarta. Por eso siempre están en el punto de mira, y por eso debemos saber qué está pasando en todo momento. Y más cuando creíamos que la televisión pública empezaba a hacer sus deberes.”

mayo 2010 | originales

La maldita TDT y la televisión pública que viene

por Marc Prades

flecha

Si el día de la toma de posesión de Miguel Barroso como Secretario de Estado de Comunicación del primer gobierno de Zapatero, nos hubieran dicho que el académico y valedor de las esencias progresistas Juan Luis Cebrián se acabaría asociando cinco años después con Berlusconi, y que un catalán muy raro pero muy listo llamado Jaume Roures se convertiría en el gran agitador de los medios de comunicación del país, la etapa Aznar, con el inefable Miguel Ángel Rodríguez como fiel escudero, nos hubiera parecido un chiste en comparación con el fenomenal lío que estamos viviendo con la excusa de la maldita TDT, la dichosa crisis y el cambio de paradigma con la irreversible irrupción de lo digital y de internet.

Sin publicidad

La presión de la UTECA (la asociación de todas las cadenas privadas) a la vicepresidenta De la Vega consiguió que RTVE no tuviera más publicidad desde el 1 de enero del 2010, siguiendo la estela de lo que hizo Sarkozy a principios del 2009 con los cinco canales de la televisión pública francesa, pero a la manera española: sin pensarlo mucho (el debate en Francia duró un año), no haciendo caso a las recomendaciones del presidente de la Corporación Luis Fernández (el primer ejecutivo de televisión pública con aceptable perfil profesional consensuado entre PSOE y PP, responsable del saneamiento de la deuda y del nuevo rumbo del grupo, fugándose a Miami, arrastrando al director de TVE Javier Pons y compañía, y reemplazado por un hombre de 81 años, antiguo Ministro de Defensa en tiempos de la UCD), y con el canguelo gubernamental de pensar qué pasaría si Antena 3, Tele 5 y las “amigas” LaSexta y Cuatro de repente se pusieran a machacar sin piedad desde sus informativos cualquiera acción del Gobierno en plena crisis. Solución: aceptar la presión y volvamos a cómo estábamos antes del gran invento de Barroso con la excusa de la pluralidad prometida con el apagón analógico y la puesta en largo de la TDT.

La sorpresa inicial: los inauditos índices de audiencia de TVE sin publicidad. Una sorpresa que los más agoreros dicen que sólo durará hasta que se agoten los contratos de Fernández con las productoras que aseguran cierto liderazgo en prime time (y que no podrán ser renovados con el nuevo modelo de financiación sin publi), y hasta que los sindicatos no tengan más remedio (y más ahora con el cabreo de la rebaja del 5% en los sueldos de los funcionarios) de tener que sabotear alguna emisión en directo tal como pasó recientemente en Francia. Mírenlo y pregúntense si esto sería posible aquí. No.

Las fusiones

Y como trasfondo, como necesario paso para ejercer aún mayor presión al Gobierno (hasta conseguir modificar la ley inicial de Barroso), las fusiones. Unas fusiones que se plantearon como supervivencia empresarial frente a la menor inversión publicitaria en tiempos de crisis. En su corta vida, Cuatro y LaSexta sólo han conseguido un 7-8% máximo de share de media, insuficiente para muchos anunciantes, que por eso insisten en llamarlo fusión comercial (manteniendo los estilos editoriales de cada cadena), para generar paquetes mayores de venta comercial a una audiencia más numerosa, nada más, pura matemática. Y a esto súmenle la horripilante gestión de Prisa desde la muerte de su fundador y las dificultades de Roures para recuperar la bestial inversión en derechos deportivos y especialmente futbolísticos, seña de identidad de su imperio y elemento clave para conseguir un buen posicionamiento frente a Prisa. El amigo de ZP en guerra con el amigo de Felipe, andeve.

Con las fusiones resultantes, el panorama vuelve a ser prácticamente el mismo al de Aznar. El poder italiano sigue intacto, con gran mayoría del accionariado para Mediaset de la fusión resultante de Tele 5 con Cuatro, y lo mismo para Planeta-DeAgostini de la fusión de Antena3 con LaSexta. Al loro: Carlotti y Vasile, hijos empresariales de Berlusconi, consejeros delegados de las dos cadenas privadas más rentables de Europa de la última década (dato que aún añade más guasa al asunto), al rescate de los dos inventos de Barroso y Zapatero: poner en abierto a Canal+ con Cuatro y fomentar un grupo a la izquierda de Prisa para las productoras exitosas afines con LaSexta para compensar las adjudicaciones y demás excesos de la época Aznar con sus amigos. Alta política de despachos, vamos.

Daños colaterales: cultura

Si la exigencia la debemos centrar en RTVE y las autonómicas (que recaudaron entre junio de 2008 y 2009 más de 2.040 millones de euros entre subvenciones y publicidad, más del doble del presupuesto del Ministerio de Cultura para el 2010), y que son quienes deben compensar los desajustes hasta cierto punto lícitos de las televisiones privadas y sus guerras sin tregua por la audiencia y la publicidad, el panorama, para los que aún nos resistimos a tirar la vieja televisión por la ventana y quedarnos sólo con la conexión ADSL (aunque sea con Telefónica), no es muy alentador que digamos.

Con la supresión de la publicidad en RTVE la financiación queda exclusivamente en manos de la subvención del Gobierno. Un Gobierno que hace unos días tuvo que pedir a Obama (la autoridad moral última de ZP, tal como hacía Aznar con Bush) que le exigiera públicamente que recortara drásticamente el gasto social, para luego anunciarlo y evitar así que se organizara una huelga general automática. Y que no creo que le preocupe demasiado si los presupuestos del canal Cultural·es de la TDT (que prometía mucho más de lo que finalmente ha podido ser) sean muy parecidos a los de la siempre loable XTVL, por poner un pequeño ejemplo.

En La 2, el desbarajuste y los cambios de programación permanentes siguen lastrando cualquier atisbo de estabilidad y coherencia, y los estandartes de la nueva imagen de la cadena, el equipo de Muchachada Nui, se acaban de fugar al canal Neox de Antena 3. Y Oliart, ese hombre de 81 años que dirige la nueva nave sin publi, dijo hace muy poco que no descarta en el futuro fusionarla con el canal Cultural·es para recortar gastos. Imagínense la movida interna que debe haber.

Por su parte, y siguiendo en clave cultural, Televisió de Catalunya ha decidido dar marcha atrás, por el momento, al canal cultural previsto para la TDT post-analógica. Y en el canal 33, la enésima apuesta por un contenedor cultural diario, Ànima, que supuso la muerte de programas referenciales sólidos en la cadena como Silenci? (algo que aún no se comprende, lo de querer aglutinar públicos en detrimento de la especialización, en plena era de la fragmentación de audiencias, como si de un magazine mañanero simpático se tratara), se ha ido al traste con el paso a semanal. Aunque, a decir verdad, ha mejorado una barbaridad, porque ya no presume de querer abarcar tanto público y se concentra en contentar al target que representa Toni Puntí, su digno y esforzado presentador, un progre cuarentón que dirigió el lanzamiento de la versión barcelonesa de Time Out, todo dicho. Veinteañeros y treinteañeros, iros a internet para no volver, vamos, que aquí no os entendemos.

Mientras, aparece Bestiari il·lustrat, de la realizadora Mai Balaguer con Bibiana Vallvé de presentadora, aspirando a volver a enganchar al público perdido de Silenci? con un formato inspirado de una manera demasiado descarada al Mapa Sonoro de Cultural·es. Y que llega como remedio y cómo síntoma de que algo se había hecho mal desde que Mónica Terribas llegó a la dirección.

Daños colaterales: cine

La UTECA, no contenta con la supresión de la publicidad de RTVE y las fusiones, sigue a la greña con el Tribunal Supremo y con Europa por en medio para conseguir anular la obligación de invertir el 5% de los beneficios en cine español. Y ya saben que en este país sin una televisión detrás aquí no hace cine (o cierto cine) ni Dios. Y a esto súmenle la nueva Ley del Cine de González Sinde y Guardans que pretende acabar con los productores chanchulleros (que los hay y muchos), con un nuevo sistema de ayudas que también está haciendo temblar a los pequeños productores honestos, que ven peligrar que el cine minoritario no pueda ni siquiera poder existir. Y luego está la nueva ley catalana del sector, que esa es otra.

El panorama inmediato: Canal+ apostando ese dinero en series a lo HBO (David Trueba va a ser el primero en dirigir una serie con el nuevo modelo), Tele5 y Antena3 concentrándolo en muy pocas y aparentemente potentes producciones con el truco de contabilizar como gasto la inversión publicitaria del film en la propia cadena (Del Toro, Bayona, Amenábar, Monzón), y que luego repercute fenomenalmente en taquilla claro, Roures con el cine social espectacular y con Emilio Aragón ejerciendo de director-de-cine-porque-yo-lo-valgo, y las públicas picoteando en todas direcciones (que es su obligación) para que todo el mundo esté contento y la industria se queje lo justo. Y luego sale el bueno de Álex de la Iglesia en la ceremonia de los Goya pidiendo perdón al público y humildad a la profesión (reculando hasta antes de la politización anti-PP del sector, que ya tocaba) y tirando de las orejas a las televisiones privadas para que no se extralimiten más en sus reclamaciones y demás estrategias empresariales de tiburón rabioso. Un gesto ejemplar, aunque sólo sirva para seguir negociando con menos crispación, si es que el tiburón se apacigua.

¿Concluimos?

Todo esto puede sonar a apocalíptico, pero lo intento explicar desde la ironía del integrado por necesidad. En el fondo, al tener alternativas tan evidentes como los mil y un proyectos online como éste, que van de lo que significa un simple blog al mayor archivo audiovisual de acceso libre que haya existido nunca (la aparición hace cinco años de YouTube, entre otros mil inventos, insisto), desprovistas aún del poder innato de la televisión pero liberadas precisamente de su eterno laberinto de intereses (por el momento), hace que la catástrofe no sea tan seria, y que hasta tenga gracia. Y supongo que en última instancia se trata simplemente de un tema generacional cíclico, y que vete a saber tu si en diez años soy capaz de entender la enésima revolución mediática y el cambio de ideas de turno, que quizás esté tan quemado por ser pobre, o tan presionado por mi cargo o tan acomodado en mi segunda residencia, que sea incapaz de hasta poder hablar con mi hijo.

El sector televisivo es así de mutable, poderoso y politizado por definición, tampoco hay que lamentarse mucho. Las industrias y las políticas culturales dependen mucho de él, porque es el actor que maneja más dinero de la tarta. Por eso siempre están en el punto de mira, y por eso debemos saber qué está pasando en todo momento. Y más cuando creíamos que la televisión pública empezaba a hacer sus deberes, a solucionar la estúpida guerra por las audiencias que inició Ramón Colom (director de TVE en 1990) con el nacimiento de las privadas y con su consiguiente deuda astronómica acumulada, que al final la hemos pagado entre todos.

Supongo que lo que habíamos entendido como televisión pública hasta ahora, desaparecerá. En el caso de TVE da pena porque parecía que se había logrado otro rumbo después de tanta politización, demagogia y malgasto crónico desde el nacimiento de las privadas, aunque ya veremos qué pasa finalmente, todo puede suceder. Y en el caso de la siempre respetable TV3 manquepierda, veremos si es capaz de aguantar la presión para mantener la financiación mixta (publi y subvención), y veremos si en su deriva competitiva no cae en tentaciones como la que sugirió hace bien poco el reciente presidente de la Corporació, Enric Marín, en la necesidad de que la cadena sea capaz de generar productos competitivos similares a la serie Física o Química de Antena3 para poder “aguantar” al público joven y mantener el viejo sistema de shares con los anunciantes, que si no la chiquillada catalana se nos irá a internet para no volver nunca más, añado yo.

En fin, que no basta con ver las mismas cosas en alta definición, en internet o en la TDT (una tecnología a la que se llega tarde y mal) para quedarnos mansos y satisfechos, que eso es lo de menos. Que se trata de otras cosas: de contenidos, de ideas, de innovación, de participación, de respetar ciertas normas éticas y de estar un poco más atentos a lo que sucede en el mundo, en tu casa y en la cabeza de tu hijo.

 

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Comentarios

Alvs : «Buen texto! Pero finalmente TVC sí que dedicará un canal a la cultura, el propio 33 pero sin deportes, que tendrá otro canal independiente, lean: http://www.comunicacio21.com/textec...

Momoselector: «Algo sé del tema por experiencia y me parece un análisis acertadísimo. El problema es que los "progres cuarentones" han resultado ser igual o más perjudiciales para la cultura televisiva cuando han accedido a los puestos del poder catódico. ¿Se acabará eso cuando los que van detrás accedan a ellos? Soy pesimista.»

Marc: «Gracias Momoselector, yo también soy bastante pesimista, son casi milagros cuando un directivo iluminado decide ir en contra de la marabunta, pero alguno habrá, seguro. Supongo que la clave está en hacer rentable una cadena con menos share, que hubiera 10 con un 6% de audiencia y no 4 con un 15%, pero aquí todo el mundo tiene un miedo tremendo a perder pasta, privilegios y a entender lo de la fragmentación de audiencias, y hasta que los anunciantes no revisen a fondo su plan de negocio y entiendan que los tiempos de la gran televisión de siempre están terminado (revisando también el viejo sistema de medición de audiencias, que ya no tiene ningún sentido), nada cambiará. Paciencia o tira la televisión por la ventana! ;)»

Momoselector: «Marc, yo no hablaba tanto de la rentabilidad de una tele privada (no sabría ni por dónde empezar para conjugar audiencias y pasta) sino del papel de las públicas. Hablo de TVE o TV3, algo más digna. Si la primera se desliga de los anunciantes hace un año, que adecúe su programación a eso. Se reduce el dinero porque es insostenible. Hasta aquí bien, pero entonces las audiencias no nos importan para hacer tele y tendríamos que hacerla con un valor audiovisual distinto a las que van por la pasta (y no hablo de meter videoarte en vez de "Águila Roja"). A veces creo que BTV o la Xarxa, en el caso catalán, cumplen mejor esa función. Precisamente porque no hay mucho dinero lo cual es un argumento perverso...»

Marc: «Si, es un argumento perverso pero cierto. A menos dinero en juego, menos presión, más precariedad y por lo tanto menos exigencia desde arriba, y eso debería ser una oportunidad para cambiar los hábitos en TVE y empezar a "pensar" cómo hacer tele con más sentido. Si de golpe la XTVL tuviera pasta gansa no dudes que todo se iría a la mierda. Gracias por comentar, se agradece mucho!»

Ingrid: «Prades, tot arriba: http://www.comunicacio21.com/textec...





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