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Invisibles

Maite Arroitajauregi en Invisibles (2012) de Víctor Iriarte

“El primer largometraje del realizador vasco Víctor Iriarte es, probablemente, un film autobiográfico, lleno de ritmo, música, recuerdos entrecortados, creatividad “do it yourself”, pero yace en el fondo un poso de amor, de relación vampírica entre dos seres que se amaron. La mayor parte de las imágenes de la película, como si de fantasmas se trataran, existen pero no se ven.”

enero 2013 | biblioteca

Invisibles

por M. Martí Freixas publicado en Blogs&Docs

flecha

Enamorados como muertos vivientes

» Trailer de Invisible de Víctor Iriarte

La película Invisible, primer largometraje del realizador Víctor Iriarte, es un objeto raro, por ése motivo me sedujo. Además produjo como un efecto en mi cuerpo la primera vez que la vi, como una sacudida. Fue en el festival FID Marseille, donde abundan filmes a veces densos, sosegados, de pensares profundos, y su efecto allí en medio fue la de un buen zarandeo, saliendo de la sala apetecía saltar y gritar, de lo sorprendente que fue haberla “visto”, experimentado. El relato tiene más ingenio que imágenes. Su estructura es muy original, se puede mirar desde diversas vertientes, como si fuera un cubo de paredes transparentes, o un laberinto pero troceado, pues no todo encaja ni pretende encajar.

Si miramos Invisible como un documental musical se ubicaría en ése grupo de filmes que muestran como se construye una canción o como se prepara un concierto. Como va emergiendo en distintas voces un tema para terminar en canción, o como los ensayos progresan. Podemos ver el esqueleto de varias canciones compuestas e interpretadas por Maite Arroitajauregi, única componente de Mursego (palabra de pronunciación muy parecida a la portuguesa “morcego” que significa murciélago). Así como la música se va creando a pedazos, en correspondencia se construye también así la película, a retazos, con cortes súbitos, como unos frames en rojo que son como separadores, como los cortes brutos en las sesiones de ensayo. Esta faceta de documental musical corre la tentación de ser comparada con Ne change rien de Pedro Costa, pues con un punto de partida con algunas similitudes, acaba situándose en sus antípodas, tanto, que las dos películas pueden verse como complementarias. Los largos planos del portugués frente a las irrupciones del realizador vasco. La sobriedad de tono clásico de Costa frente al frenesí de espíritu contemporáneo de Iriarte. Las evidentes carencias musicales de la actriz francesa Jeanne Balibar, que se sabe adorada por el público y por la cámara, contra la versatilidad musical de Maite, mujer-orquesta genial en su oficio, que parece no darle importancia a que alguien la está filmando a ratos.

Pero no sólo es un documental musical, el cubo tiene otras caras, otros caminos por donde entrar en el laberinto. Uno posible sería el de nuestra imaginación ya que una de las características principales de Invisible, como el propio título nos insinúa, es que muchas imágenes de las que esperamos, no están. Hay una pantalla en negro. En concomitancia también con Mursego, el realizador hace una película totalmente “DIY”, Do It Yourself, como titula sus seminarios una de las realizadoras españolas que levantan su filmografía al margen de los márgenes, Virginia García del Pino. DIY: Hazlo tú mismo, con los medios a tu alcance, y si no los tienes, invéntate algo, podría ser un subtítulo para este concepto. Así, Iriarte renuncia a las imágenes, prefiere evocarlas, en una decisión radical que estimula nuestra imaginación y nuestros recuerdos. Por un lado, con unos intertítulos nos sugiere unas imágenes relacionadas con las películas de terror. Así empieza el filme, pidiéndole él a ella una banda sonora para una película de vampiros (precisamente, a la “mujer murciélago”). Los espacios descritos por el realizador los hemos visto muchas veces, forman parte de nuestro imaginario, con lo cual, las imágenes emergen solas como por arte de magia del profundo negro de la pantalla sin ser ni filmadas ni mostradas. Imágenes fantasma que aparecen de lo invisible.

Por otro lado, con otros intertítulos, y con breves irrupciones de la voz en off del autor que aparece y desaparece, vamos deduciendo (también sin ver casi nada) que ambos tuvieron una relación y que ésta fue intensa y duradera. Es otra cara del cubo, otro hilo que nace y se entrecruza con los anteriores, una historia de amor rota confundiéndose a menudo con los diálogos del supuesto film vampírico y de la creación de canciones que quizás son para una banda sonora. O no, o todo está en nuestra imaginación.

El juego poliédrico de Iriarte tiene más sugerencias, como los juegos entre palabras y sonidos musicales o ambientales, y es una enredadera hasta el final. Quizás la historia amorosa del cineasta y la compositora es la vertiente del cubo que brilla más, que yace bajo toda la película, y las demás caras de la pared son como bellos mensajes cifrados, un código secreto que sólo realmente ellos dos pueden llegar a comprender del todo. Así nos encontramos al fin con una película autobiográfica, plagada de recuerdos personales ocultos, de montaje rítmico y musical, montaje entrecortado como lo es la memoria. De sensaciones en flashbacks que parecen estar pero que ya no son, de fotos que no existen sino en fondos en negro. De una relación de amor de vampiros solitarios, sino es que toda relación amorosa es vampírica y todos los enamorados son muertos vivientes.

Dice el tópico que en los momentos de más crisis y rupturas sociales es cuando los artistas agudizan más sus capacidades y dotan a esas épocas de sus mejores creaciones. No sé si es cierto pero por lo que respecta al cine independiente hecho en España desde mediados del 2011 hasta finales de este 2012, es un periodo muy completo, lleno de películas sensacionales, en una cantidad no vista anteriormente. Coincide que por primera vez en el cine documental muchos de estos cineastas con recorrido en cortos y mediometrajes, dan sus pasos inciales hacia el largometraje. Hablo de Andrés Duque, de Óscar Pérez, de Virginia García del Pino, de Óskar Alegría, del propio Iriarte. Si pongo al lado de Invisibles las dos primeras citadas (Ensayo final para utopía, Hollywood Talkies), tengo como elementos en común una época fantasmagórica, de muertos, vacíos, rupturas y derrotas.

 

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