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Innovación y no ficción en TV. Algunas propuestas III: Boing Boing Buddha

TV Buddha (1974), de Nam June Paik

“Boing Boing Buddha fue el programa que representó mejor la carta de intenciones de los responsables en aquellos momentos de BTV, siendo uno de los programas más minoritarios y al mismo tiempo más influyentes de la televisión del sXXI en nuestro país.”

mayo 2009 | biblioteca

Innovación y no ficción en TV. Algunas propuestas III: Boing Boing Buddha

por Eulàlia Iglesias publicado en Blogs&Docs

flecha

Los creadores artísticos mantienen una comprensible relación de amor-odio con los críticos de sus respectivas disciplinas. Uno de los reproches más habituales, tópicos o fáciles de un autor hacia un crítico suele ser aquél que le recrimina al opinador no entender, incluso no amar el arte sobre el que está hablando. Una queja no siempre del todo justificada, pero que suele cobrar especialmente sentido cuando hablamos de televisión. ¿A cuántos críticos de la pequeña pantalla les interesa de verdad este formato? Afortunadamente, algunos medios han incorporado en los últimos años periodistas de nuevas generaciones y/o nuevas mentalidades que están sobradamente preparados para hablar y reivindicar el audiovisual televisivo. Pero la televisión sigue sufriendo un estado opinativo de permanente sospecha por parte de algunos sectores que siempre miran por encima del hombro casi cualquier producto emitido por las nuevas ventanas panorámicas de sus casas. El audiovisual televisivo ha vivido más que cualquier otro un desprecio a doquier. Desde el apelativo de “la caja tonta”, la televisión ha sido considerada el nuevo opio de las masas, la fábrica sistemática de mierda alienadora para regocijo de los intereses o de la economía privada o de la política pública. Pero lo peor es que cuando se reivindica una “televisión de calidad”, se habla de una producción dependiente de otros lenguajes: la buena televisión es aquella que ejerce el periodismo de denuncia en imágenes (objetivo, por supuesto, de lo más loable) o que habla de cultura como se podría hacer en la radio en la prensa. Y hasta hace pocos años, en el terreno de la ficción, la televisión de qualité era aquella que imitaba el cine de qualité: miniseries que adaptaban clásicos literarios, teatro filmado, ambientaciones de época… Vaya, en la mayoría de los casos, lo peor de lo peor, un concepto de televisión lo menos televisiva posible.

Esta inercia de falta de confianza en la televisión se ha perpetuado en los años, en muchos críticos y, lo que es peor, en la mayoría de directivos y directivas de las grandes cadenas. Sólo hace falta comprobar cómo en la Televisió de Catalunya se han desmantelado dos programas de referencia como Silenci? y Loops que, más allá de su siempre cuestionable criterio, al menos sí apostaban por tratar las tendencias culturales desde una propia concepción audiovisual del programa que pretendía ser innovadora en sí misma. La alternativa reaccionaria ha sido volver al concepto tan poco televisivo de programa contendor informativo con presentadores estrella con el programa Ánima. Lo que demuestra que el gran problema de la televisión de calidad es que sus responsables no creen ni en la televisión, ni en la cultura ni tan siquiera en la calidad.

Esta larga introducción nos viene al caso para recuperar uno de los programas más minoritarios y al mismo tiempo más influyentes de la televisión del nuevo milenio en nuestro país. Esta breve serie de artículos que ha querido reivindicar pequeñas muestras de televisión innovadora surgida de televisiones locales catalanas (que, por una simple cuestión geográfica, son las que quien esto firma mejor conoce) dedicó sus primeros textos a dos propuestas surgidas de la Xarxa de Televisions Locals (Croatan y Portbou) y de las que, en su momento, ya comentamos su condición de herederas de la filosofía que ejerció durante los primeros años del nuevo milenio Barcelona Televisió (BTV). Y Boing Boing Buddha fue el programa que representó mejor la carta de intenciones de los responsables en aquellos momentos de BTV.

 

Televisión en abierto

Bajo la dirección de Manuel Huerga, entre 1997 y 2003 BTV vivió un momento de efervescencia y calidad creativa como pocas veces se ha visto en una televisión pública y/o local. Huerga venía de haber firmado uno de los programas de culto por excelencia de los inicios de Televisió de Catalunya en los ochenta, Arsenal, que ya reivindicaba una nueva cultura audiovisual no presente en los canales televisivos, que iba desde la apuesta por la escena musical de Manchester de la época hasta la exhibición de los frutos que dio la relación Philippe Garrel-Nico pasando por esos programas temáticos-conceptuales en los que a partir de la edición de formatos propios o ajenos se exploraba la percepción de elementos dramáticos como el grito. Con las credenciales de haber firmado el que sigue siendo probablemente el mejor programa televisivo de producción propia jamás emitido en una televisión del estado español, Huerga desembarcó en BTV con los condicionantes de que lo que ya no era posible en una televisión autonómica consolidada sí podría llevarse a cabo en una local. La BTV del cambio de siglo transgredió los límites que solían autoimponerse las televisiones de proximidad: sólo ofrecer información local asumiendo una precariedad de producción.

BTV en esos momentos supo aprovechar las nuevas posibilidades de la tecnología digital, el orgullo de una Barcelona postolímpica que dejaba atrás sus complejos provincianos y se veía capaz de ser faro de modernidad cultural, y el potencial de la primera generación de jóvenes que salían de las nuevas universidades de audiovisuales para dar salida a un nuevo concepto de televisión: buena, bonita y barata. Una actualización del Do It Yourself que sirviera al concepto audiovisual que apuesta por la edición como principal elemento de configuración (para qué un plató, o un presentador, o un gran equipo de realización, sal a grabar tú solo, busca otras imágenes y edita) y permitiera el desarrollo profesional de los jóvenes periodistas. Un laboratorio de experimentación en que las grandes ideas se aunaban con los bajos presupuestos. Una televisión abierta a hablar de todo aquello que pasaba en la ciudad, o más allá, a nivel político, social y cultural tratado también de una forma que no se veía en las otras televisiones. En esta propuesta de parrilla alternativa, Boing Boing Buddha se erigió como el programa insignia de experimentación audiovisual cultural. La base era tan íntegra como simple y abierta: aproximarse a la actualidad cultural a partir de la creación audiovisual. En 138 programas Boing Boing Buddha dio para casi todo, desde una reivindicación pionera de Michel Gondry a múltiples selecciones de animación experimental. Música, cine, videoclip, arte vanguardista… cualquier manifestación de la nueva cultura popular encontraba su sitio y su lenguaje en Boing Boing Buddha. Incluso más allá de sus responsables acreditados, se fundamentaba en un concepto de programa abierto a cualquier propuesta que, en la misma línea, pudieran elaborar otros colaboradores. Como Arsenal, revertió la idea de programa contenedor, que simplemente engloba piezas diferentes para rellenar de contenidos previsibles un epígrafe, para proyectar las infinitas posibilidades de la creación audiovisual. Boing Boing Buddha fue, ante todo, una manifestación de fe en la televisión.

 

Los hijos de Boing Boing Buddha

Gabinete de Crisis fue parido justo cuando se desmantelaba la BTV libertaria y creativa. Como un canto del cisne punk, Gabinete de Crisis mantenía el espíritu audiovisual de Boing Boing Budda pero sin necesidad de buscar una excusa cultureta. Andrés Hispano instigó, una vez más, el proyecto y los esbirros Arturo Bastón, Kikol Grau y Félix Pérez-Hita lo perpetraron. Iban más allá de la fácil incorrección política prefabricada: feísmo estético, caos estructural, sinrazón argumental. Gloria a la edición. ¿Qué coño era Gabinete de Crisis, entonces? Cuando los nuevos y cobardes directores de BTV acabaron censurando el programa les otorgaron, paradójicamente, la mejor razón de ser: “Un programa de televisión que no verás en televisión” se convirtió en su lema, anticipándose a esa esencia audiovisual del nuevo milenio que ya no necesita de una parrilla televisiva para existir. Romper esta ligazón, apostar por una creatividad no condicionada por la necesidad previa de disponer de un canal de exhibición fue la verdadera actitud punk actualizada de Gabinete de Crisis, mucho más que los primeros planos de mierdas de perro o la información meteorológica sobre el uso de drogas en Barcelona que configuraban su primer capítulo. Sus responsables siguen ejerciendo el punk audiovisual en nuevos y variados proyectos.

 

Postscriptum en negro

En la última edición del Miniput, la muestra de nuevos formatos televisivos que se organiza en Barcelona para presentar lo mejor visto en el festival internacional Input, dedicado a la innovación producida por canales públicos de televisión de todo el mundo, se planteó un debate tan interesante como deprimente. En la sesión dedicada a las propuestas de nueva ficción surgidas de la Xarxa de Televisions Locals se invitó al responsable de dramáticos de la televisión pública catalana para que opinara sobre el potencial de estos programas. Una vez despachado el discurso políticamente correcto, el directivo en cuestión se centro en uno de los tres títulos, Anotacions, una road movie con pareja en crisis, para explicar por qué aquello no se podría programar en una televisión generalista. En Anotacions, la incomunicación de los protagonistas se subraya a través de una edición que introduce puntualmente unos fotogramas en negro. “En una televisión dirigida al gran público no se puede emitir un fotograma en negro”, sentenció el responsable de Televisió de Catalunya. A lo que el profesor de la Universidad Pompeu Fabra y gran crítico de cine Xavier Pérez replicó manifestando su incomprensión al respecto de que ni tan siquiera el segundo canal de una televisión se pudiera permitir conceptualmente admitir un recurso audiovisual tan básico como la inclusión de un fotograma en negro en el montaje. La pantalla en negro fue también uno de los múltiples recursos que utilizaba Boing Boing Buddha en sus programas. Definitivamente, no. Los directivos de la televisión no creen en la televisión.

 

Boing Boing Buddha

Creado por: Andrés Hispano y Manuel Huerga
Dirigido por: Andrés Hispano
Guión: Andrés Hispano y Félix Pérez-Hita
Emitido por Barcelona Televisió (BTV) de 2001 a 2004

 

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