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Guía del otro cine musical

Jim Jarmusch y Tom Waits

“Un Godard en estado de gracia se encerró en el estudio con unos Rolling Stones también en estado de gracia para seguir paso a paso la gestación de una obra maestra. Le añadió imágenes de los Black Panthers, graffiti y activistas poéticos de la época y obtuvo el mejor retrato posible de los últimos y convulsos años sesenta.”

junio 2009 | biblioteca

Guía del otro cine musical

por Joan Pons publicado en Scope

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Son muchos los encuentros entre cine, música y documental. Muchísimos. Por eso hemos querido dejar fuera de esta guía a todos los filmes que pertenecen a un subgénero diferente al de concierto filmado o reportaje musical (de todas las músicas, no sólo del estilo rockumentary que tan bien parodió Rob Reiner en Spinal Tap). Estamos hablando, claro, de películas de NO ficción. O sea, que no entran los musicales interpretados por Frank Sinatra, Elvis, The Beatles y hasta Ramones, Redd Kross, Madness y... ¡Hombres G! Tampoco caben los biopics (innumerables: La rosa, The Doors, Bird, Superstar, Tina...); ni las películas que por debajo de una trama retratan una escena y un momento musical determinado (la new wave centroeuropea en Cha-Cha y la movida madrileña en ¡A tope!). Hay también productos híbridos, a medio camino entre la ficción y el docudrama, como Radiation y Half-Cocked de Suki Stetson Hawley y Michael Galinsky que tiene más de biopic que de reportaje. Es decir, que tampoco los hemos contemplado. Otros títulos no aparecen en este recuento simplemente porque han sido realizados sin intención cinematográfica y, aun siendo extraordinarios (Fight The Power, live de Public Enemy), su mercado era abiertamente el de vídeo. Por último, una duda: ¿deberíamos haber encajado en esta guía esa cosa llamada En la cama con Madonna? ¿Es un musical? ¿Es un reportaje? Quién sabe.

 

» 1991: The Year Punk Broke, de Dave Markey (1992)
Tenía que ser LA PELÍCULA sobre el boom del grunge y el rock alternativo. Pero en realidad es un filme bastante golfo donde Sonic Youth y Nirvana se pasan el rato haciendo payasadas ante la cámara.

» Big Time, de Chris Blum (1988)
Extrañísima manera de recoger en imágenes un concierto ya de por sí extraño de Tom Waits: una actuación entre el cabaret, el teatro de vanguardia y el spoken word show con los músicos casi siempre en penumbra y el feísmo por bandera.

» Blank Generation, de Amos Poe (1976)
La Nueva York pre-punk de nombres como Television, Patti Smith, Richard Hell, Talking Heads, Ramones... capturado a salto de mata, dirigido a lo Cassavetes y montado a hachazos por uno de los cineastas más olvidados y reivindicables de la generación de Jim Jarmusch, Tom DiCilo, Eric Mitchell, Keith McNally...

» Brian Wilson: I Just Wasn’t Made For These Times, de Don Was (1995)
Ajuste de cuentas con la historia e intento de situar a Brian Wilson (alma máter de The Beach Boys) en el trono de genio del pop que se merece. Más allá de lo loable de las intenciones, en las formas resulta bastante convencional.

» Buenavista Social Club, de Wim Wenders (1999)
Cuando estaban más cerca del olvido que del triunfo, Ry Cooder se acordó de los grandes de la música cubana. Y Wim Wenders se apuntó a la reivindicación con el filme en el que más se le nota disfrutando de la imagen y del trabajo de director de los últimos diez años.

» Calle 54, de Fernando Trueba (2000)
Los grandes del jazz latino no merecen que Trueba los filme tan mal: troceando los números, recortando los planos sin sentido, desligando a unos músicos de otros... y poniendo una voz en off de un narcisismo deplorable.

» Charles Mingus: Triumph Of The Underdog, de Don McGlynn (1998)
El director de documentales sobre Louis Prima, Art Pepper y Dexter Gordon reconstruye la vida y la obra del genio del jazz Charles Mingus (la efervescencia de los años dorados del mítico sello Impulse! de fondo) a través de sendas entrevistas con sus dos viudas.

» Don’t Look Back, de D.A. Pennebaker (1967)
El fabuloso y nada complaciente documentalista D.A. Pennebacker marca de cerca a un joven Bob Dylan en el momento más trascendental de su carrera: cuando se merendaba vivos a los periodistas, y realizaba pseudoclips como el celebérrimo plano secuencia de la canción Subterranean Homesick Blues.

» Duende y misterio del flamenco, de Edgar Neville (1952)
Maravilloso y originalísimo proyecto del maestro Neville al respecto de los grandes del flamenco de los cincuenta: Fernanda y Bernarda de Utrera, El Pili, Antonio Mairena, Manuel Romero... Todos ellos atrapados en unas postales en movimiento de un cromatismo mágico.

» Eating, Sleeping, Waiting & Playing, de Mike Mills (1998)
Probablemente, este documental sobre el dúo francés Air sería uno más del montón si no fuera porque Mike Mills acaba retratándolos (con mucha mala baba) como un par de adinerados y caprichosos niños de papá en babia.

» Flamenco, de Carlos Saura (1995)
Notable álbum de fotos de toda la generación flamenca post-Camarón que corrige y amplia los logros estéticos de Sevillanas (1992). Los olés se los debería llevar, por eso, la fotografía de Vittorio Storaro: fundiendo música y entorno, artista y escenario, sonido e imagen.

» Gimme Shelter, de Albert Maysles y David Maysles (1970)
Esta es casi una snuff movie. Entre otras cosas porque a su paso por Altamont, la gira del 69 de The Rolling Stones topó con unos Hell Angels con ganas de gresca. De hecho, asesinan de una estocada a un tipo del público casi en las primeras filas. Y se ve claramente. Hasta hace poco, censuradísima.

» Home Of The Brave, de Laurie Anderson (1986)
La artista norteamericana Laurie Anderson siempre ha integrado con acierto las proyecciones en sus conciertos. Por eso Home Of The Brave es tan visual. Su música ya entraba por los ojos. Aun así, el tiempo ha jugado en su contra y ahora este concepto de directo en imágenes parece más ochentero que los calentadores.

» Instrument, de Jem Cohen (1998)
Un documento de dos horas sobre la vida de los norteamericanos Fugazi (santo y seña del hardcore emocional) no podía ser sólo la típica película sobre un grupo de rock. Además es una crónica de urgencia del estado del underground (del de verdad) yanqui durante la última década.

» Let’s Get Lost, de Bruce Weber (1988)
Blanco y negro, grano subido y un tono mortecino que le va como anillo al dedo a la música del último Chet Baker. Pocos meses después de confesarse en este filme, el jazzman moría, lo cual contribuyó a reforzar el aroma nostálgico y finisecular de las imágenes de Weber.

» Man In The Sand, de Kim Hopkins (1999)
Excepcional filme de múltiples lecturas. Se puede ver como una biografía de Woody Guthrie a partir de la opinión de sus herederos, como una reconstrucción del paisaje físico y espiritual de este cantautor, como una crónica del día a día de Mermaid Avenue o como una muestra de las fricciones entre dos formas distintas (Billy Bragg y Wilco) de entender la música.

» Nico:Icon, de Susanne Ofteringer (1995)
Faltan declaraciones de los que siempre se han negado a hablar (Lou Reed, Philipe Garrel...), pero en poco más de una hora Ofteringer abarca toda la dimensión mítica y mística de Christa Päffgen. Como reza el subtítulo: Nico: modelo, estrella del pop, diosa, yonqui, icono.

» One Plus One, de Jean-Luc Godard (1968)
Un Godard en estado de gracia se encerró en el estudio con unos Rolling Stones también en estado de gracia para seguir paso a paso la gestación de una obra maestra. Le añadió imágenes de los Black Panthers, graffiti y activistas poéticos de la época y obtuvo el mejor retrato posible de los últimos y convulsos años sesenta.

» Portishead Live In N.Y., de Dick Carruthers (1997)
Una orquesta de treinta músicos apoyan al grupo británico Portishead en un afamado concierto donde el sonido cinematográfico se convierte en imagen cinematográfica gracias a una textura visual y a un tono solemne realmente acertados. Mucha clase.

» ¿Quién mató a Kurt Cobain?, de Nick Broomfield (1998)
Menos rigor imposible. Broomfield intenta corroborar su tesis sobre el asesinato del líder de Nirvana a manos de su esposa, Courtney Love, tergiversando la realidad e intentando validar su teoría de forma endeble y fraudulenta.

» Rattle & Hum, de Phil Joanou (1988)
Somnoliento viaje de U2 a la superficialidad de la Norteamérica profunda. Bono y compañía aburren a las ovejas con la filmación (primando el blanco y negro) de probablemente el momento más flojo de su carrera.

» Rude Boy, de Jack Hazan y David Mingay (1980)
Semidocumental sobre la banda punk británica The Clash que hubiera estado muy bien si se hubiera centrado sólo en lo musical. Pero los músicos se tomaron tan en serio a sí mismos que se pasaron tres cuartas partes del metraje dando la paliza política.

» Sign ’O’ The Times, de Prince (1987)
Las películas de ficción de Prince eran un grelo (infumables Purple Rain y Under The Cherry Moon), pero este concierto de Prince, quizá por ser menos pretencioso, sí funcionaba (las canciones hacían mucho) en pantalla grande.

» Stop Making Sense, de Jonathan Demme (1984)
La austeridad que Demme ya había mostrado poniendo imágenes a la canción The Perfect Kiss del grupo de Manchester New Order (¡un clip bressoniano!), aplicada a un concierto de los neoyorquinos Talking Heads. Brillante por un planteamiento dramático 100% narrativo (hay presentación, nudo y desenlace) y por un juego de luces y sombras que marcó una época.

» The Decline Of Western Civilization, de Penelope Spheeris (1981)
Aceptable retrato a pie de campo del punk ochentero de Los Ángeles (bandas como X, The Germs, Fear...) con una continuación en 1988 (The Metal Years, con Kiss, Aerosmith, Poison, Motörhead) bastante menos distinguida.

» The Last Waltz, de Martin Scorsese (1978)
De los pocos conciertos filmados que respeta la crítica ceñuda. Será porque Scorsese visualizó el último concierto de The Band (durante años, grupo de apoyo de Bob Dylan) como algo más que eso. Realmente consigue transmitir la sensación de fin de raza, de carpetazo final a una época y una manera de entender el rock norteamericano.

» The Song Remains The Same, de Peter Clifton y Joe Massot (1976)
Led Zeppelin lo hacían todo a lo grande. Pesadilla de mástiles dobles, solos de batería, agudos vocales y todos los tics más caricaturizables de un macroconcierto rock (en el Madison Square Garden, para más inri).

» Thelonious Monk: Straight, No Chaser, de Charlotte Zwerin (1989)
El amor que Clint Eastwood le profesa al jazz cristalizó en Bird y en este extraordinario filme retrospectivo sobre Thelonious Monk (increíbles las apariciones del productor Teo Macero) impulsado por Malpaso. Obligatoria.

» Woodstock, de Michael Wadleigh (1970)
Los míticos tres días de paz, amor y música resumidos en... ¡tres horas! Un mamotreto sobre el hippismo en plena euforia que, para bien o para mal, es un poco el canon de la filmación de un macrofestival. Martin Scorsese trabajó de montador.

» Year Of The Horse, de Jim Jarmusch (1997)
Igual que en Dead Man o Ghost Dog: el camino del samurai, Jarmusch habla sobre un modelo de vida que se extingue. Y las imágenes de estos supervivientes del rock que son Neil Young y Crazy Horse resultan tan sucias, distorsionadas y toscas como su música. Sintonía total.

 

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