Venusplutón!

Simpatía por los diablos del pop

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Greil Marcus explica en su obra Mistery Train por qué las aún mojigatas adolescentes estadoundienses de los cincuenta pataleaban y se volvían así de locas en los conciertos de Elvis: porque sabían que, a diferencia de los novios de sus poblachos que querían alcanzar sus senos bajo los suéters de angora, Elvis no bajaría del escenario y se las llevaría a uno de sus Cadillacs traseros.

Por alguna razón, todo aquello que el público medio rechazaría en la vida real es precisamente lo que más les atrae en ese espejo distorsionado que es el espectáculo.

Esto se puede aplicar a todo. Los hombres de bien que condenarían incluso tomarse una Coronita entre semana, son, precisamente, los fans más acérrimos de, pongamos, Joaquín Sabina, alguien que titula su gira "dos pájaros de un tiro" y que habla de cocaína en la mayoría de canciones.

Los Soprano Forever Y, ahora, al lío. Yo me había prometido, como en un voto de silencio, no volver a escribir de esa obra titánica del arte que es Los Soprano. El anuncio de Vodafone en el que sale el protagonista, James Gandolfini, y una recopilación de ensayos me han hecho romper el mutismo. En todos los artículos subyace una pregunta. ¿Por qué nos cae tan bien el oso mafioso Tony Soprano?

Es, según los artículos del libro Los Soprano Forever. Antimanual de una serie de culto (Errata Naturae), un coloso "frágil, cruel y contradictorio". Se dedica, metafórica y literalmente, al negocio de la basura. Tiene la ambición que destila Macbeth y la violencia gratuita de un macarra ruso. ¿Por qué nos gusta un tío que elude los impuestos, que machaca al novio de una antigua amante, que revienta un teléfono en la cara de un camarero, que casi ahoga a su madre, que se divierte persiguiendo con un coche y atropellando a un tipo y un larguísimo etcétera?

Pues eso, entre otras cosas que van de la existencia de dios a la balcanización del mundo, se preguntan los autores. ¿Respuestas? La "distancia inmune en la que habita el espectador" permite esa "simpatía por el diablo". "Con la violencia de Los Soprano, doramos la violencia discreta que ejercemos a diario". "En la época de definición digital, la grosería analógica de lo físico nos atrae". Porque Tony es "nuestro Ello desenfrenado" y "actualiza la capacidad de perseguir nuestros deseos impunemente". Porque, añadimos aquí, gastamos pornografía para recordar que existe el sexo y adoramos la violencia en pantalla mientras nos encogemos e insultamos anónimamente desde detrás del ordenador. Sin saber defender nada.

(texto publicado originalmente en el blog Fotomatón de ADN.es)





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