En las últimas elecciones se utilizó el voto para castigar la mala gestión del gobierno socialista, como si la urna fuera un pulsador de un programa de tele-realidad cualquiera, sin temer que entrarían otros armados de hace tiempo, listos para recortar todo lo que fundamenta la democracia. Cuando el 15 de mayo la gente empezó a “indignarse” acampando en las plazas, resignificando el espacio público y poniendo en crisis el sistema político-económico actual, nadie podía imaginarse que un mes después la mayoría ciudadana pediría unánimamente la dimisión de Felip Puig, la nacionalización de la banca, la recalificación de los recortes sociales e incluso un referendum popular. Nadie podía advertir las decapitaciones en educación, la subida delirante de las taxas, que los alcaldes tomarían las regidurías de cultura como si fuera cosa de niños, que el CoNCA quedaría absorvido por el nuevo Institut Català de la Creació i les Empreses Culturals (ya lo hizo Thatcher en Inglaterra), que festivales con presupuestos de entre tres y seis millones de euros se pondrían como “modelo cultural” a seguir, que los artistas pasarían a ser empresas, que los medios de comunicación principales serían una prolongación natural del poder político manipulando sin escrúpulos la información diaria sobre lo que pasaba en las calles (la indignación y la revuelta popular) y lo que pasaba afuera (¿Portugal?¿Islandia?¿Holanda?¡Investiguen!), que los intelectuales y periodistas se reirían reiteradamente de los ciudadanos precarios para salvaguardar sus cueros y privilegios, que la “ventanilla única” de Mascarell sería la solución a los problemas. Pero tampoco nadie podía pensarse que las asambleas de barrio cobrarían esta fuerza, ni que en las acampadas las subcomisiones de cultura (formada por gente que lleva años trabajando por y para la cultura) harían en un mes lo que no han sido capaz de hacer las instituciones culturales en años, esto es, actividades de formación y divulgación permanentes, y la elaboración de un documento matriz en el que se recogen propuestas de reformas legales y organizativas según las necesidades y realidades culturales actuales, un modelo de cultura plural y sostenible, a largo terminio y de servicio y beneficio público, con transparencia estructural e informativa, independiente de los intereses políticos, etc., la avanzadilla de lo que quedará reflejado y sintetizado el próximo 15 de octubre con el Referendum Popular. El contenido es público, pasen y lean.
(texto publicado originalmente en el suplemento Cultura/s de La Vanguardia y en el blog Magentic Road)
La Comisión de Cultura de la AcampadaBCN de Plaça Catalunya ha redactado durante los últimos dos meses, de forma asamblearia, la declaración para un nuevo modelo de cultura social. Este es un documento permanentemente abierto y participativo. Defiende una cultura libre, no sometida a las leyes de mercado ni al dirigismo político, y propone una gestión cultural pública y transparente, que favorezca la autogestión y garantice el repartimiento justo y sostenible de recursos. No aceptamos los recortes que precarizan la vida social y, por lo tanto, aún menos los de cultura
» Declaración de La Comisión de Cultura de la AcampadaBCN de Plaça Catalunya
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